Hay gente que piensa que crecemos cuando cumplimos los 18, y que en ese momento somos libres para hacer lo que queramos, pero aunque tengas algo de razón no es del todo cierto. Somos libres para tomar los caminos que elijamos, o crear el nuestro, divisando a lo lejos nuestros sueños cumplidos y nosotros siendo quienes siempre hemos querido.
Pero la cuestión no es que cuando crecemos somos libres para hacer lo que queramos. El miércoles vi el capítulo ocho de la tercera temporada de
Glee, “Hold on 17” o “Mantener los 17”, y he estado pensando en lo que dice una de las protagonistas. Dice que crecer trata sobre perder cosas, y creo que tiene razón.
Glee, “Hold on 17” o “Mantener los 17”, y he estado pensando en lo que dice una de las protagonistas. Dice que crecer trata sobre perder cosas, y creo que tiene razón.
Crecer no implica necesariamente que somos libres de hacer lo que queramos con nuestra vida por que es nuestra. Ser libre es bueno, y sinceramente, no creo que crecer sea algo bueno precisamente, aunque sea una etapa más de la vida, es la más importante de todas, y creo que la que más duele.
No crecemos cuando nos hacemos libres para hacer lo que queramos; crecemos cuando nos damos cuenta de la maldad que hay en el mundo, y de que la vida es cruel, y no siempre nos trata como quisiéramos, es más, rara vez nos trata como nosotros queremos; la vida es cruel, y nos da muchos palos a lo largo de nuestro camino, y crecemos cuando nos damos cuenta de ello. Cuando somos niños pensamos que todo es tan sencillo como jugar al pilla–pilla, pero la vida es muy compleja, da muchas vueltas, y muchas veces ha donde nos lleva no es el destino que nosotros teníamos planeado. Crecemos cuando nos damos cuenta de que no somos el ombligo del mundo, de que no todo gira entorno a nosotros y de que nuestros problemas, no son los más graves, y qué hay otros que tienen mucha más importancia que los nuestros. A lo largo de nuestra vida, o infancia, conocemos a mucha gente, y cuando nos tenemos que despedir de alguna de estar personas, implica que tenemos que crecer. Lo más duro de crecer, es que crecemos cuando perdemos cosas; perdemos la inocencia de los niños, dejamos de creer que todo con el tiempo se arregla y aprendemos que a veces, no conseguimos lo que nos proponemos, por mucho que lo intentemos.
Crecer es duro, aprendemos cosas que no quisiéramos saber, como lo cruel que puede llegar a ser la gente, o que no podemos tener todo lo que queramos, y lo aprendemos sufriendo con los palos que nos da la vida. Aprendemos que en este vida, no basta con desear las cosas, tienes que luchar con todas tus fuerzas para conseguir lo que te propones, y luchar nunca es fácil, es duro, y cuesta mucho llegar hasta el final. Perdemos la oportunidad de ser libres para disfrutar la vida, y vivirla antes de que nos convirtamos en adultos y tengamos que tomar decisiones que ahora seríamos incapaces de decidir.
Crecer es todo esto, no es volver tarde a casa por la noche, ni ir de botellón, ni nada parecido. Crecemos cuando nos damos cuenta de que el mundo es cruel, y que se portara mal con nosotros, pero aún así debemos salir ahí fuera a demostrarle de lo que somos capaces. Tener prisa por crecer, es absurdo, nos aferramos tanto al hecho de que crecer es ser libres, que desperdiciamos nuestra juventud. En la juventud es cuando empiezas a darte cuenta de todo esto, y una de las etapas más duras de la vida, pero debemos hacerle frente, y disfrutar del tiempo que tenemos de juventud, ya que nos marcara para toda la vida, y fingiendo ser mayores, no conseguimos nada, salvo desaprovechar el tiempo que nos queda de ser jóvenes.
Crecer es duro, y sin embargo tenemos prisa por hacerlo, es una de las cosas más absurdas que puede hacer el ser humano.
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